Como fármaco de elección de la contracultura, el uso en masa experimental del LSD durante la década de los sesenta condujo a un pánico moral sobre sus efectos en las personas y en la sociedad en general. Hoy en día, los medios de comunicación continúan informando de que el LSD es una droga que hace que las personas sean peligrosas, psicóticas y, en algunos casos, homicidas, lo que refuerza los temores del público y es completamente falso.
Los primeros estudios que constataron la posibilidad de utilizar el LSD como tratamiento terapéutico para varias afecciones de salud mental se publicaron a partir de la década de 1950. Pero después de la criminalización del LSD en 1966, se abandonó la investigación clínica y se olvidó su potencial durante décadas.
Ahora las investigaciones emergentes están comenzando a cambiar la percepción de que el LSD es un medicamento que puede afectar negativamente la salud mental y el bienestar, a uno que puede aliviar los síntomas de ansiedad y depresión. Sus beneficios también se están estudiando en relación con ayudar a las personas que intentan superar la dependencia de las drogas.
¿Qué es el LSD?
El LSD (dietilamida del ácido lisérgico) forma parte de un grupo de medicamentos conocidos como psiquedélicos. También se considera un empatógeno, por lo que es una droga que aumenta los sentimientos de empatía y conexión. Es un producto químico sintético derivado de un hongo que comúnmente infecta el centeno.
El LSD también se describe como una droga psiquedélica (o que “manifiesta la mente”) debido a los cambios experimentados en la percepción, el estado de ánimo y el pensamiento. Cuando se toma en dosis altas, distorsiona las experiencias de tiempo y espacio, además de producir alucinaciones visuales.
El mal uso recreativo del LSD puede dar como resultado que una persona tenga una experiencia extremadamente negativa o un «mal viaje”.
Pero se está descubriendo que la la administración de LSD en un entorno seguro y terapéutico, que involucra una dosis controlada, cambia positivamente la perspectiva de las personas y alivia los temores y ansiedades.
LSD como tratamiento para la depresión
Los últimos hallazgos indican que las drogas psicodélicas pueden afectar la función y la estructura del cerebro y promover el crecimiento de las neuronas. Aún es complicado saber exactamente cómo el LSD afecta al cerebro, pero parece interactuar con múltiples receptores, como la serotonina y la dopamina.
La investigación está explorando el potencial del LSD para alentar nuevas formas de pensar y «restablecer» los patrones habituales de pensamiento del cerebro.
El interés resurgido en el LSD se basa en estudios realizados hace 40 años: se centra principalmente en el tratamiento para la depresión, el trastorno de estrés postraumático, la dependencia de drogas y la reducción de la ansiedad en pacientes con una enfermedad terminal. El papel del LSD en la mejora de la salud mental parece estar vinculado a un debilitamiento o «disolución» del ego, lo que ayuda a las personas a ver el «panorama general» más allá de sus problemas personales.
Para el tratamiento terapéutico, el LSD se administra bajo supervisión en un entorno seguro, como el consultorio de un psicólogo.
El psicólogo o profesional médico ofrece orientación y seguridad a medida que el paciente experimenta los efectos del medicamento y, con suerte, abordar el problema que los llevó a buscar el tratamiento. Aunque la conciencia del paciente se altera dramáticamente, mantienen un claro recuerdo de su experiencia.
Si bien no se considera que el LSD represente un riesgo de dependencia, y no se han registrado muertes por sobredosis, algunas personas experimentan ansiedad y confusión y ha habido casos raros de accidentes fuera del contexto terapéutico. Hay muchos informes que también indican que las personas pueden tener experiencias de confrontación personal muy intensas bajo la influencia del medicamento, por lo que es importante administrarlo en un ambiente controlado donde el participante esté informado, respaldado y monitoreado.
Resultados de los estudios
Si bien estamos viendo un progreso positivo en la terapia asistida por LSD, nos queda un largo camino por recorrer antes de que podamos comprender realmente su funcionamiento en el cerebro.
Un estudio realizado en el 2016 en Londres demostró que el LSD tiene el potencial de cambiar los patrones de pensamiento arraigados y nuevamente señaló su potencial como tratamiento para la depresión y la ansiedad. En este estudio, se administró una dosis única de LSD a las personas que no tenían antecedentes de enfermedad mental, y encontraron que aumentaban sus sentimientos de apertura, optimismo y estado de ánimo durante aproximadamente dos semanas.
La investigación sobre el LSD como tratamiento terapéutico para la dependencia del alcohol ha demostrado resultados similares: los individuos experimentaron niveles mejorados de optimismo y positividad, así como una mayor capacidad para enfrentar sus problemas.
Uno de los ensayos más prometedores se ha recogido de investigaciones mucho más recientes sobre la administración de LSD a pacientes que se enfrentan una enfermedad terminal, donde ayudó a reducir la ansiedad asociada con la anticipación de la muerte. Aquí, los pacientes también demostraron un mejor sentido de seguridad en sí mismos, relajación y fortaleza mental, con resultados que duraron alrededor de 12 meses.
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